Atendiendo a nuestra petición, La Hermandad de Nuestra Señora la Virgen de los Clarines de Beas, ha intervenido en nuestro periódico digital con un artículo que su Hermano Mayor ha solicitado al archivero de la misma. La relación que los niños/as de este centro tienen con dicha Hermandad, por la participación indispensable en el Belén Viviente de Beas de cual son los protagonistas hace oportuno que se facilite información cultural e histórica acerca de tan importante lugar de nuestro municipio.
BELÉN VIVIENTE, UN MUNDO DE ILUSIONES CADA NAVIDAD
En Beas, nuestra tierra, al igual que en otros muchos pueblos de la Baja Andalucía, cuando llegan las fechas próximas a la Navidad, se suelen instalar en muchos hogares el tradicional belén o nacimiento. En estas representaciones plásticas en las que se escenifica el Nacimiento de Jesús, suelen mezclarse escenas propias del Evangelio con otras que representan escenas cotidianas de la vida del pueblo en épocas ya pasadas. Así, junto al Portal, la Anunciación, Los Magos de Oriente o La Posada, aparecen otras estampas populares como los viejos molinos de agua –ya en desuso y de los cuales se conservan algunos ejemplos en el municipio –la almazara para la obtención del aceite de oliva –uno de los principales recursos económicos del pueblo-, la matanza del cerdo ibérico, muy habitual hasta épocas no muy lejanas en las casas de Beas por el invierno-, el pastoreo aun presente en nuestros montes de encina…
Estos nacimientos suelen realizarse con los más diversos materiales: como corcho de los alcornoques para simular los paisajes rocosos de esta nueva Judea; plantas aromáticas de nuestros montes que dar color y aroma a la representación; papeles plateados para simular arroyos y lagos; etc.
En 1970 la Hermandad de Ntra. Sra. de los Clarines tuvo la feliz idea de instalar uno de estos tradicionales nacimientos para recaudar fondos para la misma. Pero la idea fue más allá y se decidió montar un belén a escala humana. Se trataba de realizar un nacimiento tradicional dotado de vida propia, en el que los auténticos protagonistas fuesen los más pequeños del lugar, los niños y niñas de Beas. Y junto a ellos los animales de nuestras casas, corrales y campos: gallinas, burros, cochinos, vacas, borregos, conejos, palomas, perdices,… a fin de dar a todo el conjunto una mayor expresividad.
El gran reto planteado estaba en lograr el cambio de escala: de la habitación o sala de una de nuestras casas pasar a utilizar toda una casa para instalar el nacimiento; de los pequeños animales de los belenes tradicionales a los auténticos; de las figuras de terracota o barro policromados a esas otras representadas por los niños y niñas de la población…
Se buscó una casa cercana a la Plaza de España –la Plaza del Pueblo, el pequeño corazón de la ciudad-, situada a la sombra de la bella torre dieciochesca de la Parroquia de San Bartolomé. Precisamente esta casa, con un magnifico patio neomúdejar de principios del siglo XX, había sido célebre gracias a que su propietaria, en el pasado, había instalado en la misma uno de aquellos afamados nacimientos a los que antes no hemos referido.
En tiempo récord, apenas unos 50 días, el Nacimiento cobró vida y estuvo preparado para su inauguración. Corcho, ladrillo, papel, ramas, cal… dieron forma una gran gruta bajo la cual se cobijaron las distintas escenas del Belén. Esta estética –única e irrepetible- la ha sabido mantener el Nacimiento a lo largo de toda su trayectoria, la cual le ha aportado su perfil y modelado característicos. Viejos cacharros y ajuares, sacados de los doblados de las casas de pueblo, fueron destacados para llenar de armonía este gran decorado. La tarde de Nochebuena de 1970 el Nacimiento fue inaugurado por las autoridades locales, provinciales y eclesiásticas. El objetivo era mantenerlo abierto hasta el día de Reyes, pero el éxito de público hizo que el mismo prolongase sus días de apertura hasta la festividad de San Sebastián, el día 20 de enero. Se calculan que unas 2.500 personas pasaron por sus instalaciones dejando una recaudación de unas 40.000 pesetas de las de entonces.
El éxito de aquella primera edición garantizó la continuidad del mismo. La esencia del Belén ya quedó conformada en esta primera ocasión en que se instaló, en el futuro el Nacimiento irá creciendo en espacio pero sin alterar grandemente su espíritu inicial: recrear a escala humana un nacimiento tradicional del pueblo, de manera que el visitante pudiese sentirse partícipe del mismo, recorriendo sus escenas y penetrando en ellas.
En años siguientes el Belén irá deambulando por distintas casas de la población, cada año se procedía a su montaje y desmontaje, pero la cada vez mayor presencia de público motivó dos cuestiones: la necesidad de ampliar los horarios para abrir la muestra el 8 de diciembre y, de otro lado, buscar cada años lugares más amplios para la representación, pasando de las casas solariegas de las primeras ediciones a viejas bodegas en desuso. Así, en 1979-80, diez años después de la primera edición, las cifras de visitantes y recaudación habían aumentado considerablemente: 12.000 personas dejaron dejaron unos ingresos de 1.300.000 pesetas. Además, por otro parte, el Belén se había convertido en la principal carta de presentación del pueblo fuera de sus fronteras, el nombre de Beas pasaba a estar íntimamente asociado al del belén: Belén Viviente de Beas.
Esta trayectoria ascendente tuvo un punto de inflexión unos años después, en 1983-84, cuando hubo de cerrarse las instalaciones del Nacimiento Viviente por el deterioro que presentaba la bodega en la cual se representaba. Fue un duro golpe para la Hermandad, que inmediatamente se planteó el reto de buscar un nuevo espacio para el año siguiente, unas nuevas instalaciones que, además, debían ser de nueva planta, específicas para la muestra, de este modo, se construyó la actual sede del Belén, que quedó inaugurada en diciembre de 1984. El espacio expositivo creció hasta los 1.500 metros cuadrados, mejorando su contenido expositivo, al tiempo que se invertía en seguridad y comodidad para los visitantes y pequeños actores de la población.
Hoy en día el Belén Viviente permanece en este local de la calle Colón de la población (ahora llamada Avenida del Belén Viviente). En sus nuevas instalaciones se muestra todo su contenido –que se sigue renovando cada año- en torno a un gran lago central al que vierten sus aguas dos arroyos, salvando algunos desniveles en cascadas que provocan la admiración del público. El rumor del fluir del agua acompaña al visitante durante toda su estancia en el mismo. En torno a ese lago se desarrollan las escenas, repartidas a modo de pequeñas aldeas que trepan por las colinas de sus vertientes. Todo el conjunto queda encuadrado en una gran gruta en la que el visitante, cuando penetra en la misma, se siente transportado en el tiempo.
En todo este magnífico escenario podemos seguir contemplando escenas propias de la histórica Judea –adaptadas a los modos de expresión de los beasinos-, tales como La Posada o la casa de la Anunciación, decoradas con objetos sacados de las casas de nuestros abuelos, y, junto a ellas, otras representaciones de muchos oficios artesanales del pueblo, algunos ya prácticamente extinguidos, y que el Belén ha sabido recuperar, dotándose de un gran contenido didáctico y pedagógico, cómo si se tratase de un museo vivo de carácter antropológico y etnológico. En estas escenas se exponen toda una serie de objetos y artilugios relacionados con otro tiempo de nuestro pasado: ajuares domésticos, muebles, útiles agrícolas y ganaderos, instrumentos de pesos y de medidas, mecanismos de actividades fabriles y artesanales…Así el Belén Viviente ha logrado mantener vico todo un patrimonio que, de otro modo, no hubiese sido posible dar a conocer a las nuevas generaciones de beasinos.
Al tiempo, y a pesar del paso de más de 40 años, la infancia y los animales siguen siendo los grandes protagonistas de la muestra. Los niños de Beas, generación tras generación, dedican parte de su tiempo vacacional de navidad a ser aprendices e imitadores de los oficios dejados por sus abuelos: zapateros, costureras, herreros, hortelanos, pastores, labradores,… Y junto a ellos los animales vivos que hacen las ilusiones de esos otros pequeños visitantes que se acercan con sus padres hasta el Belén para contemplarlo. En definitiva un mundo de color, aroma y sabor que se ha convertido en una gran muestra de verdadero interés y contenido cultural, dispuesta a sorprender a todos los que se acerquen hasta nuestro pequeño pueblo, cada año, para participar del mismo.
Diego Lorenzo Becerril Pérez
Archivero Hermandad de Clarines